¿Qué hace una cuando tiene como invitadas a cenar a dos grandes amigas blogueras como son Paula y BeatriZ?
Primero: ponerse nerviosa.
Segundo: ponerse más nerviosa.
Tercero: ponerse más nerviosa todavía (si cabe).
Y cuarto: prepararse una taza de té, servirse un trozo de bizcocho, dejarse de tonterías, nerviosismos y cosas por el estilo y ponerse a pensar hasta dar con una cena sencilla pero agradecida.
El resultado, o parte de el, aquí lo tenéis en forma de pastel de espinacas, salmón y gorgonzola. Una receta que esas que a mi me gusta calificar como «de las mías» porque no conllevan apenas esfuerzo, llevan ingredientes fáciles de encontrar (en caso de no disponer de ellos en vuestras neveras), se hornean mientras ponemos la mesa y nos hacen quedar muy bien.
Esfuerzo mínimo, lucimiento total. Si quieres saber cómo hacerlo…sigue leyendo 🙂
Necesitamos (para 6-8 personas)
- 325 grs de espinacas congeladas
- 2 cucharadas de aceite de oliva suave
- 1 cebolla, pelada y cortada en brunoise
- 250 grs de salmón fresco, sin piel ni espinas, cortado en dados
- 2 cucharadas de harina de trigo
- 200 grs de queso gorgonzola dolce, cortado en dados
- 8 láminas de pasta filo
- Mantequilla derretida
Preparación
Cocemos las espinacas en una cacerola con un par de cucharadas de agua, a fuego lento y con la tapa puesta para que suden lentamente y no se quemen, durante unos 20 minutos.
Una vez listas las espinacas, las pasamos a un colador y escurrimos el exceso de agua. Apretamos con el dorso de una cuchara para ayudarnos en la tarea. Reservamos.
Calentamos el aceite en una sartén y pochamos la cebolla. Cuando empiece a tomar color, agregamos el salmón y subimos el fuego. Removemos para que se desintegre mientras se cocina.
Agregamos las espinacas escurridas y dos cucharadas de harina. Removemos y dejamos cocer a fuego suave durante 5 minutos.
Por último, incorporamos el queso gorgonzola y removemos hasta integrar. Ajustamos el punto de sal y dejamos templar.
Engrasamos la base y laterales de un molde desmoldable y lo cubrimos con papel sulfurizado, recortando el sobrante de los laterales.
Untamos la base y laterales de papel con mantequilla fundida, con ayuda de una brocha.
Tomamos dos hojas de pasta filo, las enmantequillamos y las colocamos sobre la base de papel en el molde.
Repetimos esta operación dos veces más pero, cada vez que lo hagamos, colocamos los picos de las hojas de pasta filo en un sentido distinto a las anteriores (como formando una estrella).
Una vez tengamos las seis hojas de pasta filo en el molde, vertemos el relleno esparciéndolo bien por toda la base y doblamos los picos de las hojas de pasta filo sobre el relleno.
Tomamos las dos últimas hojas de pasta filo, las colocamos sobre el pastel formando arrugas y enmantequillamos la superficie.
Introducimos en horno pre-calentado a 180 ºC (arriba y abajo, horno tradicional), en la parte baja, y dejamos que se haga durante 25-30 minutos o hasta que la superficie comience a dorarse. Si notamos que la superficie se está dorando demasiado y que la base necesita más tiempo de cocción, cubrimos el pastel con papel de aluminio, apagamos la parte de arriba del horno y dejamos unos minutos más.
Retiramos del horno y dejamos reposar durante 20-30 minutos antes de desmoldar y servir.
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