«De la tarta que se encargue Carmen».
¡Cuántas veces habré escuchado esta frase a lo largo de los últimos meses!
Se ha convertido en una tradición familiar que, cada vez que nos reunimos para celebrar algo, concretamente un cumpleaños, la elaboración de la tarta recae en mí.
Supongo que a much@s de vosotr@s también os ocurre.
El hecho de ser aficionados apasionados de la cocina y de hacerlo público mediante la creación y el mantenimiento de un blog puede que tenga que ver, un poquito (sólo un poquito), con que piensen en nosotros para estas preparaciones. A mí no me importa en absoluto, es más, me encanta que mi familia y amigos cuenten conmigo para estas cosas. Yo disfruto como una enana en mi cocina, entre fogones y al calorcito del horno, y ellos se desentienden del asunto sabiendo que tienen garantizada la entrega.
Todos salimos ganamos.
En el caso de las tartas, me gusta crear cada una de ellas acorde con los gustos y la personalidad de la persona a la que va dirigida. Procuro encontrar una temática (yo lo llamo un «algo») con la que el homenajeado se identifique nada más ver su tarta, que le arranque una sonrisa y que añada a sus ojos ese brillito que sólo da la felicidad de sentirse especial.
Hace un par de semanas celebramos el cumpleaños de mi madre y esta es la tarta con la que la sorprendimos. El año pasado le hice una tarta con ovillos de lana (la podéis ver en la pestaña «tartas entre-lazadas») porque le dio por tejer y, desde entonces, no ha parado. Este año tenía que encontrar otra temática y se me ocurrió usar sus flores preferidas para la decoración: las margaritas.
Ya sé, ya sé, estaréis pensando que las margaritas son blancas y amarillas. Lo sé. Y lo suyo hubiera sido hacer la tarta en esos colores pero tenía sobras de la crema del relleno y la cobertura de color rosa en la nevera y no era cuestión de desperdiciarla. Además, las nubes con las que hice los pétalos sólo las hacen en rosa y blanco así que…decidido…las margaritas serían rosas.
El caso es que a mi madre le encantó y espero que a vosotros también.
Os cuento cómo la hice.
Preparé un bizcocho de Madeira con tres huevos. Puedes usar la receta que tengo aquí publicada ajustando las cantidades o puedes preparar la tarta con el bizcocho que más te guste.
Corté el bizcocho en tres planchas y lo rellené de mermelada de ciruelas rojas al aroma de vainilla (era la que tenía a mano pero puedes usar cualquier otra que sea de frutos rojos) y de una crema que preparé siguiendo la receta de la crema pluscuamperfecta de Biscayenne.
A la crema le añadí cuatro hojas de gelatina neutra desleídas en cuatro cucharadas de mermelada caliente. Con esto la crema toma consistencia y se mantiene en su sitio una vez extendida. También le añadí colorante rojo para darle ese color rosa que véis en las fotos.
Cuando acabé con el relleno, cubrí la superficie y los laterales de la tarta con la misma crema. No te preocupes si el contorno no queda especialmente bien ya que lo cubriremos con nubes pequeñas.
Dejamos reposar en la nevera durante una hora antes de decorarla.
Con unas tijeras afiladas, loncheamos nubes grandes en rodajas de 1/2 centímetro de grosor. Debido a la presión de las tijeras, los cortes quedan ligeramente ovalados como si de pétalos de flor se tratara. Decoramos la superficie de la tarta con ellos formando las margaritas.
Colocamos una nube pequeña en el interior de los pétalos para rematar las flores y…a disfrutarla.
Nosotros la hicimos desaparecer demasiado rápido. Tan rápido que no me dio tiempo a tomar ninguna foto del corte. Pero bueno, supongo que os lo podéis imaginar ¿verdad?
Como veis es una tarta muy fácil que podéis preparar con vuestro bizcocho, relleno y cobertura preferidos. No hay normas. Sólo la de utilizar nubes cortadas para la decoración.
Aprovecho esta entrada para participar en Memorias de una cocinera que este mes tiene por tema: las tartas.
Estoy deseando ver el resto de las recetas participantes…¡con lo que a mí me gustan las tartas!
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