La bechamel es posiblemente la salsa que más me gusta y la que más recuerdos me trae de la niñez. Cuando mi madre la preparaba en casa, yo solía pedirle que me dejara rebañar la sartén. Luego pedí que me enseñara a hacerla y tomé las riendas frente al fuego removiendo constantemente al tiempo que observaba cómo espesaba.
¡Qué tiempos aquellos!
Ahora es mi hija quien me pide que le deje rebañar la sartén y para quien suelo dejar un poquito más de lo meramente «rebañable» porque se la ilusión que le hace encontrarse con ese extra de salsa que saborear. Espero que pronto me pida hacerla y que, poco a poco, se vaya metiendo en el gran mundo de la cocina. Pero, sobre todo, espero que la disfrute tanto como yo.
Necesitamos
- Aceite de oliva suave
- 1 cucharada rasa de harina de trigo
- 600 ml de leche
- Sal
Preparación
Cubrimos la base de una sartén con el aceite (unas 4-5 cucharadas). Cuando esté caliente añadimos la harina, removemos hasta su disolución y apagamos el fuego. Continuamos removiendo durante un par de minutos hasta que la harina adquiera un color dorado.
Apartamos la sartñen de la fuente de calor y dejamos que se temple un poco antes de continuar. Mientras tanto, calentamos 200 ml de leche templada en el microondas. Un minuto será suficiente.
Añadimos la leche templada a la sartén y removemos hasta que se mezcle bien con la harina. Encendemos nuevamente el fuego y cocemos la salsa lentamente y sin dejar de remover, mientras agregamos el resto de la leche, poco a poco, y cada vez que veamos que la salsa espesa. Salamos al gusto.
Después de unos 15-20 minutos tendremos nuestra salsa lista.
Hay infinidad de trucos para conseguir una bechamel sin grumos. Este es el mío aunque, a veces, necesito servirme de las varillas para que quede un acabado más suave.
¡Espero que os sirva de ayuda!
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