Madre mía, ¡cuánto se aprende cada día y cuánto nos falta por aprender!
Es increíble la cantidad de información que cada día absorbemos sin darnos cuenta mediante la lectura de otros blogs, las consultas en internet, etc. A diario nos aprendemos sobre nuevas recetas, ingredientes, costumbres de otros lugares, técnicas de cocina y, incluso, historia.
Esto último es, precisamente, lo que me hace comenzar mi entrada con esta reflexión ya que, leyendo en internet sobre el origen de los muffins he aprendido que su origen es anglosajón y muchas otras cosas más que os cuento:
El muffin es un producto de repostería elaborado con pan dulce y otros ingredientes que se cocina al horno en moldes individuales. Presenta una base cilíndrica y una copa más ancha en al parte superior, con forma de hongo. Se sirven envueltos en un papel especial de repostería o aluminio, y aunque su tamaño puede variar, presentan un diámetro inferior al de la palma de la mano de una persona adulta.
El muffin guarda similitudes con la magdalena pero es un alimento distinto, debido a que presenta un sabor menos dulce y diferentes proporciones de los ingredientes. Se consume habitualmente en el desayuno o la merienda.
Hasta aquí bien, todo esto lo conocía, pero desconocía lo siguiente:
Su origen nos remonta al Reino Unido donde se encuentran referencias a este alimento en recetarios de principios del siglo XVIII. Su nombre deriva de la palabra original moofin, cuyo origen puede deberse a una adaptación de la palabra francesa moufflet, que significa “pan suave”. Este pastelito, de textura esponjosa, se consumía en desayunos o como tentempié y, durante el transcurso del tiempo, fue incluyendo a su masa base otros sabores como fruta seca o fresca, especias y chocolate.
La llegada de inmigrantes británicos a los Estados Unidos conllevó la expansión de los muffins a principios del XIX.
La comercialización de los muffins no ocurrió hasta mediados del siglo XX y, hoy en día, son fáciles de encontrar en supermercados, pastelerías, etc de multitud de países.
Esta receta proviene de un librito de repostería casera editado por una conocida marca de harinas británica. Desconozco si esto la hace más auténtica o no pero, por si acaso, yo lo dejo caer.
Espero que os guste 🙂
Necesitamos
- 50 grs de mantequilla (a temperatura ambiente)
- 50 grs de azúcar
- 2 huevos
- 75 ml de leche
- 1 cucharadita de esencia de limón
- 175 grs de harina con levadura
- 150 grs de dulce de calabaza y limón
Además
- 16-17 cápsulas para muffins
- Bandeja para hornear muffins
Preparación
Pre-calentamos el horno a 180 ºC (horno tradicional, arriba y abajo).
En un cuenco grande, aplastamos la mantequilla con un tenedor para reblandecerla. Añadimos el azúcar y removemos hasta que se haya mezclado bien con la mantequilla.
A continuación añadimos los huevos, la leche y la esencia de limón. Batimos con unas varillas.
Cuando todos los ingredientes se hayan incorporado, añadimos la harina y mezclamos bien.
Por último añadimos el dulce de calabaza y limón y removemos hasta obtener una masa homogénea.
Colocamos las cápsulas para muffins en los huecos de la bandeja y vertemos en ellas la mezcla. Llenamos 2/3 de cada cápsula, no más o se nos desbordará la masa al hornear los muffins.
Horneamos durante 15-20 minutos o hasta que la masa haya subido y los muffns tengan un color dorado.
Sacamos del horno y dejamos enfriar sobre una rejilla antes de disfrutarlo.
Nota:
- Estos muffins se conservan en perfecto estado durante 4-5 días si los guardamos en una lata metálica.
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