Un día como hoy, hace 11 años, nació Anna. Llegó una noche de verano, calurosa y tranquila. Como un torbellino y con una fuerza impresionante, irrumpió en nuestras vidas y se instaló en nuestros corazones para quedarse. Para siempre.
Nos tuvo en vela durante el embarazo. No sabíamos si ese bebé que cómodamente crecía en mi seno era una niña o un niño. No lo supimos hasta su nacimiento y la verdad es que nos daba igual, sólo nos importaba tener un bebé sano. Y así ocurrió.
Recordar aquellos momentos me llena de alegría y emoción. No es para menos. El nacimiento de un hijo es el momento más mágico que he vivido hasta ahora y no creo que ninguna otra experiencia pueda superarlo. Seguro que las madres que me leéis estáis de acuerdo conmigo ¿no?
Para celebrar aquel momento tan especial, la semana pasada organizamos su fiesta de cumpleaños en casa con una tarde de amigos en la piscina. Anna escogió muy bien el día, coincidiendo con el final del curso y el cierre de los colegios. Esta fiesta marcaba el comienzo de sus vacaciones de verano y le daba la oportunidad de disfrutar de la compañía de sus mejores amigos y amigas dándose unos chapuzones.
Como a casi todos los niños, a Anna le encantan las tartas. Sobre todo si son para ella y están adaptadas a su gusto. Como esta. Una tarta con un diseño muy veraniego, como marcaba la ocasión.
Espero que a vosotros también os guste 🙂
Necesitamos (para un molde de 18 cms)
- 2 bizcochos de Madeira (receta aquí)
- Ganaché de chocolate negro (receta aquí)
- Crema de mantequilla y merengue suizo (receta aquí)
- 1 magdalena
- Bolitas o virutas de chocolate para decorar
- 1 cucurucho
Además
- Espátula
- Manga pastelera
- Boquilla redonda lisa pequeña
- 1 palillo
Preparación
Preparamos los bizcochos de Madeira con 3 huevos cada uno, adaptando el resto de cantidades (cosa fácil). Dejamos enfriar y los guardamos en la nevera durante 24 horas, envueltos en papel transparente y dentro de una bolsa de plástico. Estos bizcochos ganan de un día para otro tanto en sabor como en textura lo que los hace más fáciles de manipular.
Nivelamos la parte superior de los bizcochos para que nos quede lo más plana posible. Cortamos cada bizcocho en dos, en horizontal, y obtendremos cuatro planchas.
Con ayuda de un corta pastas redondo, cortamos un círculo en el centro de dos de las planchas de bizcocho. Estas planchas son las que colocaremos en el centro y rellenaremos el hueco con ganaché de chocolate.
Montamos la tarta colocando una plancha de bizcocho sobre el plato en que la vayamos a servir.
Cubrimos con ganaché de chocolate con cuidado de no llegar a los bordes pero sin quedarnos demasiado cortos.
Colocamos una de las planchas de bizcocho con el agujero en el centro. Rellenamos el agujero con el ganaché y cubrimos el resto del bizcocho de la misma manera que hemos hecho anteriormente.
Procedemos de igual manera con la otra plancha de bizcocho agujereada.
Por último, colocamos la cuarta plancha de bizcocho.
Cubrimos la tarta con una primera y fina capa de crema de mantequilla que tendrá que estar a temperatura ambiente. Debemos de asegurarnos de cubrir bien toda la superficie y que no queden migas sueltas que nos puedan estropear el resultado final.
Dejamos reposar la tarta en la nevera durante, al menos, una hora. En este tiempo la primera capa de cobertura habrá endurecido y nos resultará muy fácil aplicar la segunda.
Transcurrido este tiempo aplicamos una segunda capa y repasamos bien con la espátula para que quede lisa. Tantas veces como sea necesario.
Disimulamos el borde inferior haciendo unas bolitas de crema de mantequilla con una manga pastelera y una boquilla redonda lisa pequeña. Si no tenemos esta boquilla, utilizaremos cualquier otra de las pequeñas.
Dejamos reposar nuevamente en la nevera por espacio de media hora aunque, si no disponemos de este tiempo, podemos pasar a decorar con el cono directamente.
Cortamos la base de la magdalena y utilizamos la parte superior redondeada. La colocamos en la superficie y la cubrimos con ganaché de chocolate ligeramente templado (para que se extienda mejor). Lo extendemos sobre la magdalena y la superficie de la tarta creando un dibujo que asemeje un «charco» de chocolate. Nos ayudamos de una cucharita para ello.
Coronamos la magdalena con el cono que quedará pegado al chocolate. Si no nos queremos arriesgar, pinchamos un palillo en la magdalena, dejamos que sobresalga la mitad y colocamos el cono sobre este que quedará así sujeto.
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